Juan Pablo II

El Papa apóstol de la Divina Misericordia

«A la Humanidad, que a veces parece extraviada y dominada por el poder del mal, del egoísmo y del miedo, el Señor resucitado le ofrece, como don, su amor que perdona, reconcilia y suscita de nuevo la esperanza. Es un amor que convierte los corazones y da la paz. ¡Cuánta necesidad tiene el mundo de comprender y acoger la Misericordia divina!»Mensaje póstumo de S.S Juan Pablo II, apóstol de la Divina Misericordia

En las cosas de Dios no existen coincidencias. No podemos dejar de poner atención al hecho de que Juan Pablo II, incansable propagador del mensaje de la Divina Misericordia, fuera llamado por Dios ante Su presencia en la noche del sábado de la octava de Pascua, justo cuando la Iglesia Católica iniciaba en el mundo entero la celebración del “Domingo de la Divina Misericordia”, fecha instituida precisamente por él, en el marco del Gran Jubileo del Año 2000, con motivo de la canonización de la religiosa polaca Sor Faustina Kowalska, secretaria y apóstol de la Divina Misericordia. Acataba con esta institución los deseos manifestados por Nuestro Señor Jesucristo a la religiosa en 1931. El Papa participó, en su lecho de muerte, en la que sería su última eucaristía: la del Domingo de la Divina Misericordia, celebrada en la intimidad de su habitación pocos minutos antes de su partida. ¿Acaso no tienen el Cielo y la tierra su encuentro durante la eucaristía? ¡Cuántas maravillas, vedadas a nuestros ojos y a nuestra comprensión, habrán acontecido en aquella bendita habitación cuando el Cielo bajó a recibir lo que le pertenecía!

El domingo, en la Plaza de San Pedro, fue leído un mensaje que el Papa había dejado preparado para los festejantes de la Divina Misericordia. Resultó conmovedor que el Papa, a quien todos debemos gratitud, expresara la suya ante los devotos de la Divina Misericordia, por contribuir a propagar el mensaje misericordioso de Cristo, a cuya misericordia encomendó el mundo antes de partir.

La Divina Misericordia no sólo estuvo asociada con el final del papado de Juan Pablo II; lo estuvo también con el inicio y el legado del mismo. En 1965, siendo el joven arzobispo de Cracovia, inició la causa de Sor Faustina, fallecida en 1938. Dicho proceso lo llevaría a liderar un profundo estudio teológico sobre el diario de la religiosa, el cual tomó más de diez años en desarrollarse.  La difusión de estos escritos estaba prohibida desde 1959, como una medida de prudencia ante las inexactas y confusas versiones que circulaban del diario, por no haber estado el texto original disponible por el régimen político imperante en Polonia.  Este estudio le dio un profundo conocimiento de los escritos de Santa Faustina, que lo convierte en su principal propagador y lo lleva, a inicios de 1978, a recomendar al Vaticano revocar la prohibición de su difusión. Seis meses después de acogida la recomendación del Cardenal Wojtyla, éste ascendería al trono de San Pedro.

“El mensaje de la Divina Misericordia siempre ha estado muy cercano y es muy estimado por mí, y él, en cierto sentido, ha forjado la imagen de este pontificado” afirmó el Papa ante la tumba de Sor Faustina en 1997.  Su segunda encíclica papal, de 1980, fue precisamente Rico en Misericordia, la cual el Papa relacionaría públicamente con Santa Faustina.  El Santo Padre escogió el II Domingo de Pascua del año 1993 para beatificar a Sor Faustina y volvió a escoger esta misma fecha, para canonizarla en el 2000 e instituir el Domingo de la Divina Misericordia.  El II Domingo de Pascua fue la fecha especificada por Cristo a Santa Faustina para instituir esta festividad anual.  Dios escogería esta misma fecha para que la Iglesia del mundo entero celebrara la partida de Juan Pablo II al Cielo, en un año dedicado a la Eucaristía y, en el que se celebra el 100 aniversario del nacimiento de Santa Faustina en Polonia.

En el 2002, pocos meses después de enriquecer el Domingo de la Divina Misericordia con indulgencias, el Papa realizó el último viaje a su tierra natal.  El lema del viaje fue Dios, Rico en Misericordia.  Al comunicarlo, afirmó: “aquí, en Cracovia, en Lagiewniki, esta verdad tuvo su revelación particular. Desde aquí, gracias al humilde servicio de una insólita testigo, Santa Faustina, resuena el mensaje evangélico del amor misericordioso de Dios”. En ese viaje consagró el nuevo Santuario Mundial a la Divina Misericordia, a la cual consagró solemnemente el mundo entero, ocasión en la que afirmó: “Es preciso transmitir al mundo este fuego de la misericordia. En la misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el hombre, la felicidad”.

Dios es amor y misericordia; Él desea que interioricemos y vivamos plenamente esta realidad, y pide, asimismo, que tengamos confianza en Su misericordia y que seamos amor y misericordia para con nuestro prójimo; todo lo cual debe conducirnos, en palabras de Juan Pablo II, a crear la civilización del amor. Esta es la esencia del mensaje de la Divina Misericordia que Cristo quiso hacer llegar al mundo por medio de Santa Faustina, y que el Papa validó y se esforzó por transmitir  –y hacer comprender– a su Iglesia.

El Papa reconoció la extraordinaria profundidad contenida en el mensaje de la Divina Misericordia, cuya devoción nos lleva a la esencia misma del cristianismo.   La imagen de la Divina Misericordia, que Cristo pidió a Santa Faustina pintar, venerar y bendecir solemnemente el Domingo de la Divina Misericordia, integra en sí dos acontecimientos evangélicos en que Cristo derrama Su misericordia sobre los hombres y mujeres de todos los tiempos: en la cruz, cuando Su Corazón es abierto por la lanza, manando sangre y agua como un manantial de misericordia (cf. Jn 19,34); y cuando, en el Cenáculo, al final del Domingo de Resurrección, el Resucitado se aparece a Sus apóstoles, les da el gran anuncio de la Divina Misericordia y les transmite la misión de ser ministros de Su misericordia (cf. Jn 20,19-23), instituyendo el sacramento de la reconciliación.  Este es precisamente el evangelio que la Iglesia proclama el II Domingo de Pascua.

En 1935, año en que la imagen fue venerada en público por primera vez, Santa Faustina anotó en su diario:

“Llegará un momento en que esta obra que Dios recomienda tanto parecerá ser completamente destruida –se refería al período de prohibición de 20 años–, y de repente Dios intervendrá con gran fuerza que dará el testimonio de la veracidad. Ella será un nuevo esplendor para la Iglesia, a pesar de estar en ella desde hace mucho tiempo. Nadie puede negar que Dios es infinitamente misericordioso; Él desea que todos lo sepan; antes de volver como Juez, desea que las almas lo conozcan como Rey de Misericordia” Diario de Santa Faustina, 378

El Domingo de la Divina Misericordia, fecha de origen divino, es un día extraordinario por las promesas dadas por Nuestro Señor:

“En este día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias”.Diario de Santa Faustina, 699

La fecha escogida por Dios para llamar ante Su presencia a Juan Pablo II constituye un mensaje muy claro y elocuente para la humanidad, y un merecido premio para este infatigable apóstol de la Divina Misericordia.  Juan Pablo II habrá seguido ya los pasos de Santa Faustina, presentándose ante Dios en un día en que la Iglesia, en el Cielo y en la tierra, alaba la misericordia de Dios, viviendo lo que la religiosa había escrito en su diario sobre el día de su muerte: “por primera vez, cantaré ante el cielo y la tierra, el canto de la insondable misericordia de Dios.  Este es mi trabajo y la misión para la cual el Señor me ha destinado desde el comienzo del mundo”. Ha sido también el trabajo y la misión de Juan Pablo II. Él mismo ha sido don de la misericordia de Dios para la Iglesia y para toda la humanidad. ¡Gracias, y hasta siempre, querido Papa! ¡Que tus enseñanzas perduren en nuestros corazones y den fruto en abundancia!

(Rodolfo González)

 

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